Tailandia lucha contra los efectos dominó de la despenalización del cannabis

Mientras los fragantes zarcillos del cannabis se entrelazan con los aromas especiados de los famosos mercados callejeros de Tailandia, la nación se encuentra enredada en un espinoso debate sobre la reciente despenalización de la tan difamada planta.

A sólo un año del trascendental cambio en la política de drogas, los exuberantes paisajes de Tailandia han visto una "oleada verde" de dispensarios de cannabis que emergen como hongos en la temporada de los monzones, sus raíces entrelazadas con las economías locales de las ciudades y municipios de todo el reino. El panorama se transforma: los agricultores pasan de los cultivos tradicionales al cultivo de cannabis y empresarios como Wassaya Iemvijan y Nitikrist Attakrist, ex abogados convertidos en propietarios de dispensarios de cannabis, navegan por las aguas turbias de una industria naciente.

Pero se percibe un cambio de rumbo. Con un gobierno de coalición conservador recién llegado al poder, el frondoso futuro de la industria del cannabis en Tailandia corre el riesgo de marchitarse. La intención del Primer Ministro Srettha Thavisin de “rectificar” la legislación cobra gran importancia sobre las pequeñas empresas y las comunidades agrícolas que se han acurrucado en el cálido abrazo del comercio de cannabis.

La despenalización fue recibida con un abanico de oportunidades para muchos. Los agricultores, anteriormente atados a los caprichos económicos de los cultivos comerciales tradicionales como el arroz, encontraron nueva vitalidad en la industria del cannabis. El crecimiento se extendió más allá del campo, envolviendo a las pequeñas empresas, brindando seguridad financiera a las familias y permitiendo mejores perspectivas educativas para los niños.

En una danza intrincada, el cannabis se convirtió a la vez en un negocio floreciente y en un salvavidas para los tailandeses.

Sin embargo, yuxtapuesto a estas historias de prosperidad y empoderamiento se encuentra un gobierno lleno de preocupaciones sobre los problemas generalizados de las drogas, particularmente en las zonas del noreste y del norte de Tailandia. En un intento por detener una aparente oleada de uso recreativo, el gobierno contempla restringir el uso de cannabis únicamente para aplicaciones médicas.

Empresarios como Iemvijan y Attakrist y defensores del cannabis se oponen vehementemente a tales restricciones, destacando las ventajas económicas y de bienestar que han florecido desde la despenalización. Sostienen que el cannabis se ha entretejido en el tejido socioeconómico y cultural de Tailandia, ofreciendo no sólo una fuente de ingresos sino una alternativa para aliviar el estrés y controlar la salud mental en una sociedad donde estos problemas a menudo hierven a fuego lento bajo la superficie.

La pregunta crucial persiste: ¿puede Tailandia tomar un camino intermedio, donde la regulación y el apoyo coexistan en un equilibrio simbiótico, fomentando una industria del cannabis que sea a la vez económicamente viable y socialmente responsable?

Los errores regulatorios podrían poner en peligro no sólo a las incipientes empresas que han surgido tras la despenalización, sino también poner en riesgo los medios de vida de aquellos en las zonas rurales que han jugado su futuro en el cultivo. Esto invita a investigar si el péndulo de los marcos regulatorios debería oscilar hacia restricciones estrictas o inclinarse hacia la floreciente industria que aparentemente ha sembrado semillas de prosperidad en varios estratos de la sociedad tailandesa.

Los observadores internacionales subrayan que la prohibición, con su potencial para llevar el comercio a la clandestinidad y alejarlo de la supervisión regulatoria, históricamente ha demostrado ser inútil y, en ocasiones, contraproducente. Al enredarse una vez más en una guerra contra el cannabis, el gobierno tailandés podría inadvertidamente estimular el comercio ilícito y privar de sus derechos a quienes han encontrado un salvavidas en el comercio legal de cannabis.

Sin embargo, discernir un camino a seguir requiere una comprensión matizada de las implicaciones socioeconómicas, culturales y de salud pública que están entrelazadas con el comercio de cannabis. Exige una dialéctica en la que las voces de los empresarios, los agricultores y el público en general se unan con la formulación de políticas basada en datos, tejiendo así un futuro en el que la regulación y la empresa puedan coexistir armoniosamente.

Mientras Tailandia se tambalea a punto de volver a una postura más prohibitiva respecto del cannabis, uno no puede evitar reflexionar sobre las oportunidades, el bienestar y las posibles repercusiones económicas que podrían extinguirse.

Sin duda, los próximos meses desplegarán la hoja de la determinación de Tailandia, revelando si la nación elige nutrir o anular su floreciente industria del cannabis.

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